Este es un derecho que tienes tú y también tienen todas las personas (y demás seres) que te rodean.
Para ti:
Reconocerte una persona merecedora de ser tratada con respeto y dignidad significa que, ante cualquier sutil falta de respeto hacia tu manera de sentir, de pensar, de decir, de hacer o de ser, tienes la capacidad de poner límites.
Significa que te comprendes como un ser digno. Digno de ser, de hacer, de decir, de pensar y de sentir con total libertad, sin miedo o limitación.
Para los demás:
Reconocer que todas las demás personas que te rodean son, exactamente igual de merecedoras y dignas que tú, de ser tratadas con absoluto respeto y dignidad hacia su manera de sentir, de pensar, de decir, de hacer y de ser, te aleja de emitir juicios de valores, de lanzar críticas destructivas, de ser uno más en los corrillos y de señalar lo que está bien y lo que está mal.
Significa que comprendes que todas las personas observamos la vida desde nuestras propias gafas, desde nuestra perspectiva, y que todas las personas nos equivocamos, nos caemos, aprendemos, fallamos, decepcionamos,… todas las personas, incluida tú.

Obsérvate
¿Te respetas? ¿Te consideras una persona digna? ¿Te permites sentir, pensar, decir, hacer y ser como eres?
¿Tratas a los demás con respeto, es decir, permitiendo que sientan, piensen, digan, hagan y sean como ellos elijan?
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Ponte frente al espejo. Mírate con cariño y dile a tu reflejo: “Me respeto a mí misma/o y me trato con dignidad”
¿Qué has sentido?
[…] Derecho a ser tratado con respeto y dignidad […]
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[…] ya unos meses compartí los primeros derechos asertivos que me gustaría repasar con vosotros: Derecho a ser tratado con respeto y dignidad, y derecho a tener y expresar mis propios sentimientos y […]
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